domingo, 27 de abril de 2014



LEYENDA HUÍÑAJ
 
   Cuenta una antigua leyenda que Huíñaj era la hija de un cacique. Era muy buena y de gran belleza. Solía permanecer en la choza familiar hilando y tejiendo todo el día.
Huiñáj gustaba de vestir una túnica amarilla y adornarse con flores del mismo color que recogía las raras veces que salía. También usaba en el cabello adornos de color amarillo. de vez en cuando salía a dar una vuelta por la zona, adornada con su color preferido, y al día siguiente llovía.
  La gente ya había comenzado a relacionar la lluvia con los paseos de Huíñaj. Así transcurría la vida de la tribu.
  Un día Huíñaj enfermó gravemente, siendo inútiles los ruegos, oraciones, esfuerzos de curanderos y preocupación de los familiares y vecinos. Huíñaj empeoraba al mismo  tiempo que la sequía asolaba la zona dejando los campos yermos.
 en medio de una gran angustia colectiva, Huíñajj murió. Pero ese mismo día apareció en el monte un árbol que nunca antes había sido visto. Estaba todo adornado con flores amarillas. La gente vio que ese árbol era la respuesta a su ruego para Huíñaj no los dejase y pusieron ese nombre al árbol de flores amarillas. A las pocas horas llegó la lluvia, confirmando que la querida Huíñaj había quedado para siempre en los bosques, con la promesa de adornarse de amarillo para anunciar la lluvia.
 
 
 
 
 El Huíñaj es llamado también Palo Cruz, porque sus ramas pequeñas crecen perpendiculares al gajo de donde salen, formando cruces. Prácticamente cada provincia del norte de nuestro país le ha puesto un nombre diferente, aunque todos esos pueblos lo relacionan con la lluvia.
El Huíñaj está en el bosque cancionero de nuestra provincia en diversas obras artísticas. Sólo por nombrar algunas: Flor de Huíñaj (chacarera de Leocadio Torres y Víctor Jiménez); Plaza libertad (zamba de Fortunato Juárez), Zambita de allá (Zamba de Julio Argentino Jerez).
Cerca de la fuente de la Plaza Libertad de Santiago del Estero, hay un árbol de Huíñaj, que sirve también como barómetro criollo en pleno centro de La Madre de Ciudades. (fuente: http://www.aleroquichua.org.ar/sitio/mitos.php)
 
 

La Tanta Micha (Serpiente de coral)

 

 Hace muchos años, existía en nuestra provincia una tribu al mando de un cacique. Éste era valiente y generoso, mas su esposa era egoísta y mala. Cierto día en que la india se encontraba trabajando frente de un horno, se presentó una anciana. La desconocida pidió a la orgullosa esposa del cacique, un pedazo de pan. Ésta, furiosa, le dijo:

- Ve a trabajar. Aquí tienes la batea donde yo he amasado, prueba de sacar la masa adherida y si consigues formar un pan, es tuyo.

 Con paciencia fue sacando la desvalida mujer, la masa adherida. Pero ¡Oh, milagro!, cuanto más raspaba, más panes iba apilando. Se disponía a marchar, cuando un grito hizo detener a la anciana. Muy cerca la esposa del cacique sacaba apresuradamente los panes del horno convertidos en carbón. Indignada se acercó a la anciana y arrebatándole los panes le dijo:

- Márchate de aquí, estos panes no te pertenecen. Mía es la batea, la masa, todo.

La pobre mujer se retiró cabizbaja, pero antes de partir, pronunció estas palabras:

- Por haber mezquinado tu pan a un hermano, pasarás el resto de tus días arrastrándote.

La esposa del cacique trató de implorar, pero todo fue en vano. Su cuerpo adquirió la forma de una víbora con anillos rojos, blancos y negros, como las guardas de su poncho. Convertida así en “Tanta Micha”, comenzó a reptar por el suelo hasta perderse en la espesura.
 

 Las serpientes de coral o serpientes rabo de ají son un grupo de serpientes venenosas de la famlia Elapidae propias de zonas tropicales. Se caracterizan por sus vivos colores, entre los que predominan el amarillo, el rojo y el negro ( Ver: http://es.wikipedia.org/wiki/Serpiente_de_coral).
 
 
LEYENDA DEL KAKUY

En el monte vivían dos hermanos, un varón y una mujer. El hermano era muy trabajador, y además un hombre realmente bueno. Estaba siempre en el monte y cuando regresaba a su hogar siempre le traía regalos y frutos silvestres a su hermana, además de todo lo necesario para vivir. La hermana era haragana y desordenada, le costaba mantener el rancho ordenado y cuando el hermano venía cansado de su trabajo, ella nunca lo recibía como merecía.

Un día él, regreso muy agotado luego de una dura jornada de trabajo en el monte y le pidió si por favor le podía dar un poco de hidromiel, la hermana fue a buscar el frasco pero antes de dárselo lo derramó en su presencia.
Al día siguiente ocurrió lo mismo pero esta vez con la comida. De a poco la paciencia de este muchacho se fue acabando y decidió castigar la maldad de la hermana.
Una tardecita la invitó a ir a recoger miel fresca al monte, la llevo bien adentro. Cuando llegaron a un quebracho de copa muy grande el hermano la invitó a subir e ir por la miel, juntos lograron llegar hasta lo más alto del árbol, entonces fue allí cuando el hombre comenzó a descender, desgajando el árbol a medida que iba bajando, cortándole todas las ramas, de manera que su hermana no pudiera bajar. El hombre se bajó y se alejó, la hermana quedó allí en lo alto del árbol con mucho miedo.
Al caer la noche su temor se trasformó en terror. Con el correr de los minutos, horrorizada notó que sus pies se convertían en garras, sus manos en alas y que el total de su cuerpo estaba cubierto por plumas.
Desde entonces, el pájaro sale sólo de noche, sufre el abandono y clama por su hermano rompiendo el silencio de la noche del monte. Su grito desgarrador es de “¡Turay…Turay!”, que en quechua quiere decir “¡Hermano…Hermano!”. 




 El Kakuy  (Nyctibius griseus) es un ave nocturna rapiña, que habita en los montes del noroeste de nuestro país. Es un ave solitaria de lúgubre canto y su nombre proviene del quechua (Ver: http://es.wikipedia.org/wiki/Nyctibius_griseus ).


La leyenda fue cristalizada en una chacarera, compuesta por Jacinto Piedra y Peteco Carabajal.